ya
Cerré los ojos y traté de recordar como estaba el color del cielo esa tarde. Era naranjo y algunas nubes. Recordé también, el olor a playa, que no era otra cosa más que el aroma de su piel con bronceador.
Cuando su cara dejaba de tener expresión de nada. Así me decía, que yo hacía que dejara de tener cara de nada. Yo le decía gracias, suponiendo que era eso bueno. Y lo era. Siempre tener cara de algo es mejor que tener cara de nada. Para estar pensando en algo. ¿Sintiendo algo?.
Sus cejas eran lo primero que cambiaba. Quedaban en posición de puente plegable. Así, hacia arriba. Y luego la sonrisa, que tenía unos labios tan delgados y lisos. Daba los mejores besos. Cortitos de saludo.
Sus brazos siempre alcanzaban a rodearme completa. Yo quedaba corta, mis manos no se juntaban.
Con el vientre hacia la arena. Con jeans y chaleco, los dos. Porque hacía frío y era la mejor excusa para quedarnos abrazados siempre.
Y poder olernos profundo para no olvidarnos nunca. Para poder cerrar los ojos y revivir. Sacar de lo muerto, un poquito de aire.